Le duelen sus rodillas, se sienta a descansar por un segundo, por fin sus pies dejan de sentir el peso de las responsabilidad, pero no dura mucho. En ese momento en que por fin comienza a relajarse y olvidar por segundos el mundo de pendientes que tiene por realizar, llego yo. - ¡Ayúdame! ¡Es el peor día de mi vida! , su rostro se llena de preocupación, se pone de pié a pesar de su cansancio y me pregunta: ¿Estás bien? ¿Qué pasa? ¿Cómo te puedo ayudar? . Comienzo a estresarme y le digo con muy poca tolerancia: ¿Qué no ves? ¡No tengo que ponerme para la fiesta de hoy! ¡Ayúdame, por favor! A pesar de su cansancio, del dolor de sus rodillas y de sus ganas de descansar, me propone ir a recorrer tiendas para conseguir el atuendo perfecto. Siempre quiere que su princesa se vea hermosa y se sienta bien. 

En otra ocasión, está dormida, descansa en su cama después de un día cansado de llevarme y traerme, de cumplir con sus responsabilidades como hija, madre, esposa, amiga, por fin está en su cama. De pronto escucha mi llanto, se levanta con la rapidéz y fuerza de cualquier superhéroe y llega a mi habitación. Verla entrar por mi puerta me hace sentir protegida, comienzo a llorar incluso con más fuerza al sentirme segura. Ella sabe lo que pasa, sabe que mi corazón me duele y sabe perfectamente lo que tiene que hacer, se sienta en mi cama y me abraza, me abraza muy fuerte y comienza a acariciar mi cabello. - Todo va a estar bien, Annie. Sé que te duele, pero te prometo que va a pasar-  Me deja hablar, llorar, hablar por el tiempo que sea necesario hasta calmarme, me incita a dormir, a descansar, me abraza, me arrulla. Si alguien sabe como hacer sentir mejor a un corazón roto, es mi mamá.
Ella es mi mejor amiga, quien me conoce como nadie y entiende mis locuras porque ella las piensa al mismo tiempo que yo. Gracias a esa mujer tan llena de ganas de vivir, de luchar, de prosperar, de ser mejor cada día, soy quien soy hoy.  No se conforma con ser buena madre, es buena hija, buena tía, buena amiga, es la mejor persona que podría conocer.
Si, nos peleamos, nos enojamos, nos gritamos, pero si de algo estoy segura es que no podemos vivir la una sin la otra.  Te amo Vicky, con todo mi corazón, hígado, cerebro y alma.