Tengo 20 años.
Soy Ana. Tengo 20 años, y me siento un poco perdida en mi vida. Algunas veces creo que es normal, otras no tanto. Desde que tengo memoria, me ha gustado escribir. Poemas, cartas de amor, historias llenas de ficción, diarios, canciones. Sólo escribir. Conforme pasaban los años y encontraba escritos de años atrás, siempre los tiraba por miedo a que alguien los llegara a leer. " ¿Qué pensaría alguien de leer lo que pasa por mi mente? ¿Qué tan vergonzoso podía ser compartir mis sueños e ilusiones con alguien por medio de tinta y papel? ¿Qué podría saber yo de amor a los ocho años? ¡A la basura!" .
Hoy, a mis veinte años, me gustaría poder tener todos esos escritos en mi poder. Seguramente fueron mejores que algunos de los que hago públicos aquí, ahora. Pero ya no tengo vergüenza. Aprendí que siempre hay alguien que pueda identificarse y sentir lo mismo que puedo estar sintiendo yo. E incluso, muchas veces ayudar a encontrar una respuesta.
Y eso lo aprendí leyendo. Publicidad, libros, revistas, canciones, periódicos, espectaculares, etc. Nunca sabes dónde y cuándo podrás encontrar una señal ó una salida a tus problemas. Entonces pensé que quizás podría alguna vez ser ese empujoncito que alguien necesita de repente. Así que yo escribo, y comparto. Y no lo pienso, ni me arrepiento.
Tengo veinte años y me siento un poco perdida en mi vida. Desde que tenía nueve años, recuerdo haber escuchado a personas decir que yo debía estudiar comunicación. Que mi perfil y mis intereses iban perfectamente de acuerdo con esa carrera. "Tú vas a ser muy feliz estudiando comunicación".
Hoy en día, estudio comunicación, y aún sigo en espera de ser muy feliz. Aún no lo soy. A veces me preocupa poco, a veces mucho. Sin embargo, creo que todos esperamos ser "un poquito" más felices a futuro. "Ya que termine la carrera, voy a ser feliz. Ya que me case, voy a ser feliz. Ya que termine el proyecto, voy a ser feliz. Ya que nazca mi hijo, voy a ser feliz." Y así, sucesivamente. Creo que todos mal gastamos la felicidad depositándola en un futuro incierto. Pero no vengo a hablar de felicidad. Si no de mi.
Tengo veinte años, y quizás me queda mucho por vivir. Y digo quizás, porque verdaderamente uno nunca sabe cuando puede acabar este jueguito de la vida. Eso es otra cosa que me causa conflicto, igual que a mi amigo Roberto. No saber si me queda mucho ó poco, y si estoy utilizando este tiempo en cosas que realmente valen la pena. Así que me aseguro de anotar en mi lista de pendientes comenzar a hacer cosas por las que valga la pena vivir. Que me hagan sonreír.
Tengo veinte años y me gusta la fotografía. Y no sólo hacerla. Si no admirarla. Creo que la fotografía es muchas veces aún más mágica que el amor. Es captar un momento y hacerlo eterno de alguna manera. Una fotografía es el camino de regresar a esa eternidad, cuando y por la razón que queramos. La fotografía me hace sentir que tengo el poder de crear un instante, con la perspectiva que a mí se me antoje. Eso, eso es lo que me hace amarla tanto. Pero como tengo veinte años, y me siento un poco perdida en mi vida, muchas veces dejo de hacer fotografía y me invento muchas ocupaciones más.
Tengo veinte años, y como la mayoría de la gente de mi edad, soy adicta a la tecnología. Pero el otro día sucedió algo muy interesante, al comenzar mi clase de ética, la maestra preguntó si podría yo vivir un día sin mi celular, lo cual negué al instante y hasta reí un poco por lo imposible que parecía para mí.
Después nos hizo una actividad en la que teníamos que acomodar en una lista, cuatro personas importantes, cuatro objetos importantes, etc. Siguió diciéndonos que imagináramos estar en una situación de caos, y que teníamos que comenzar a dejar personas y objetos atrás, porque no podíamos llegar con todo. Sin pensarlo, dejé todos mis objetos más preciados, por no dejar a un miembro de mi familia. No pensé siquiera en necesitar mi celular, computadora, etc en algún momento. ¿A quién le importa eso cuando tienes que elegir? Pero ahora que lo pienso, sin estar en situaciones de caos, siempre pongo antes mi tecnología que a mi familia. En la mesa, uso el celular. En mis vacaciones, cuando son los momentos de disfrutar a mi familia, estoy en la computadora. ¿Ven? Tengo veinte años, y no sólo me siento perdida en mi vida, creo que en verdad lo estoy.
Pero tengo veinte años y creo tener la oportunidad de seguir escribiendo sin avergonzarme de ello, de remendar mis errores, de comenzar de cero las veces que sean necesarias, de buscar mi felicidad en el ahora, y de disfrutar a mi familia mientras pueda.
Tengo sueños, esperanzas, y creo que sentirse perdido en la vida, ya sea a los veinte, treinta o cuarenta, es indispensable para recorrer caminos incorrectos hasta encontrar el correcto, porque creo que de eso se trata la la vida, de recorrerlos todos.
0 comentarios