El día de hoy, acompañé a mi mamá (quien vino de visita por el puente junto con mi papá) al centro joyero aquí en Guadalajara. Nos encontrábamos en una tienda donde uno puede comprar cajas para joyas y ese tipo de cosas, yo la estaba ayudando a contar unas cajitas blancas que necesitaba cuando entró a la tienda un muchacho acompañado de una señora. Él lucía nervioso, vestía unas bermudas a cuadros negras, una playera negra estampada y una gorra volteada para terminar de darle ese toque de informalidad a su modo de vestir. De pronto dijo: - Estoy buscando una cajita para un anillo de compromiso.- Todos volteamos a verle. -No, no es para mí- dijo todo nervioso y haciendo una cara de susto intentando bromear. - No se crean, si es para mí-

La señora con la que venía, era una mujer muy graciosa, con muy buen sentido del humor. Se la pasaba diciendo- ¿Qué tal esta? No, olvídalo, parece caja de muerto en miniatura. ó ¿Y si te dice que no?- Todos reíamos.

El muchacho se sentó en el piso y comenzó a analizar detenidamente cada caja, cualquier detalle que no le gustaba, las descartaba y seguía buscando con calma, con interés. Al terminar, nos preguntó por nuestra aprobación y se la dimos. Sacó el anillo y lo colocó dentro de la cajita ganadora. Muy sencilla, negra, pequeña, acogedora, hogar temporal de un anillo que dentro de poco significaría una promesa muy grande de amor. Él estaba feliz. Nervioso. Emocionado. Tenía la ilusión de poder preguntarle a esa mujer si querría pasar con él el resto de sus vidas.

Después de desearle suerte en el gran paso que estaba por dar en su vida, me puse a pensar en lo hermoso que debe ser que alguien decida pasar el resto de su vida contigo, se dé el tiempo de buscarte un anillo de compromiso, e incluso buscar la caja perfecta para este. Ojalá algún día alguien haga lo mismo para mi.