Si tengo que hablar de ella...

by - agosto 22, 2016


Capítulo J.




Ella no era el tipo de mujer del que te enamoras. Al menos no a primera vista.

Era un personaje único. Aunque algunas veces me parecía que bastaba con que existiera para hacerme creer en todos esos clichés que hablan de las mujeres locas.

Su nombre es corto y fácil de recordar. No estoy seguro si es por la poca cantidad de letras que lleva o porque ella hace que te lo aprendas desde el momento en que la conoces. No, no enamora a primera vista, pero tampoco la olvidas así de fácil.

Recuerdo que el primer día que la conocí, llamó mi atención. No porque fuera guapa, pero tenía algo. Una clase de energía que no sabría describir. Nunca hubiera imaginado que llegaría a volverse tan importante para mí.

El día que me confesó que estaba enamorada de mí, me dejé de rodeos y le dije la verdad. Sabía que no estaba enamorado de ella, pero algo en mí quedó inquieto después de hablarle honestamente, no estaba enamorado pero tampoco estaba seguro de qué efecto había tenido en mi vida desde que la conocí.

La primera vez que escribió sobre mí, no supe como reaccionar. Uno no suele estar acostumbrado a que llegue alguien y te diga que ha escrito un texto sobre ti y lo ha publicado en su página web. ¿La gente lee la manera en que me describes? Después de leerla, descubrí partes de mí que incluso yo desconocía. Me intrigaba saber qué pasaba por su mente a cada instante. Estaba seguro que nunca la entendería, pero igual valía la pena intentarlo.

Comencé a intimar con ella de vez en cuando. Nunca fue planeado, algunos factores como el alcohol y tenerla cerca hacían que mi cuerpo reaccionara y tuviera impulsos que yo estaba seguro que sobrio no podría tener. Si, ahora la veía un poco más guapa, pero nada. Aún no estaba ni un poco enamorado. Pero aún así, cada vez eran más las noches que pasábamos juntos. Algunas veces, incluso, nos olvidábamos del toqueteo y nos dedicábamos a las palabras. Cada ocasión había menos bebidas embriagantes de por medio. Comencé a estar noches enteras a su lado por decisión propia.

Despertábamos abrazados y se sentía bien. No, no estaba enamorado, pero nunca está de más tener quien te haga olvidar la soledad de noche y de paso, te robe carcajadas hasta las tres de la mañana.

Con ella las lunas eran cortas. Cada vez dormía menos pero vivía más. El sexo era ocasional, acurrucarse era común, hablar se había convertido en una obligación. De pronto me encontraba contándole mi vida entera. Ella tenía eso, siempre quería escuchar sobre mí y preguntaba esas cosas que a nadie nunca parecían interesarle. Me di cuenta que cada noche que pasábamos juntos, ella se enamoraba un poco más. La culpabilidad me llegaba a ratos, pero era más la comodidad que sentía a su lado.

Era un personaje de los pies a la cabeza. Una vez, incluso, me confesó haber descrito en su cabeza cómo se sentía hacer el amor conmigo, así, como si lo estuviera escribiendo mientras lo hacía.

Los días pasaban, la entendía menos pero la necesitaba más. No era amor, estoy seguro. El amor nunca se había sentido así. Esto era más como una relación en la que podía ser yo mismo sin ser juzgado, en la que había juegos y risas todo el tiempo. Y presencia, sobretodo presencia.

Un día, mientras recorría mi espalda con la yema de sus dedos, me contó una historia. Hablaba de un personaje parecido a mí. Escucharla hablar con tanta pasión sobre los personajes en su cabeza, me volvían loco. No sé si me fascinaba o si lo odiaba, pero como fuera, deseaba que no se callara nunca y que no dejara de pasar su piel sobre la mía. Estar desnudo junto a ella se sentía bien, no había preocupación, mi cuerpo se sentía cómodo a su lado.

Lo malo de compartir tiempo con alguien, es el número de memorias que quedan guardadas. Con ella, cada día significaba vivir experiencias tan completas que todas eran dignas de recordarse para siempre.

Ella no creía en los amores de una noche, no se entregaba a cualquiera. Pero cuando decidía hacerlo con alguien, lo hacía sin medida. Lo daba todo. Sin miedo, como si nunca la hubieran lastimado antes o como si nunca fueran a hacerlo. Y yo lo estaba haciendo, pero ella seguía aquí.

Yo me sabía egoísta. Estaba consciente de lo que  ella esperaba de mí y le daba  lo que podía ofrecerle nada más. Aunque algunas veces me sorprendía a mí mismo entregando más de lo que me creía capaz. Me asustaba pensar que pudiera estarme enamorando, pero no. Yo no suelo sentir amor por personas como ella.

Lo que sí sentía era miedo. Tenía miedo de que un día se fuera y me dejara. Había olvidado lo que se sentía la soledad. No quería volver a ese mundo en el que tenía que estar buscando en mujeres diferentes cada día alguien que me escuchara.


...continuará (o no)


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