El domingo pasado, gracias a nuestro gran amigo Raúl y a pesar de ciertos inconvenientes, realizamos un viaje muy divertido por Arandas y San Fransisco de Asís, en Jalisco. A veces me cuesta trabajo encontrar las palabras adecuadas para describir los sentimientos que surgen en mí cuando hago ese tipo de viajes, que siempre son diferentes, pero todos son especiales.

Llegar a Arandas fue una experiencia muy divertida. Lamentablemente por la hora en que llegamos no pudimos alcanzar a probar unas tortas que tanto nos mencionaron, pero probamos otras que estaban deliciosas, lo más sorprendente de todo, eran los precios. La comida es riquísima y baratísima. No podíamos creerlo. Caminamos por las calles del centro de Arandas y difrutamos de su gente, su arquitectura y sus hombres.

Jaja. Después de caminar un rato por el pueblo, Raúl decidió llevarnos a conocer San Fransico, así que emprendimos camino de nuevo. Insisto, hay momentos en la vida que me parecen inexplicables, y este fue uno de ellos. El camino era hermoso, la tierra ahora era bellamente roja, un rojo vivo que te recordaba lo vivo que estás, los árboles parecen estar acomodados con precisión y los campos de agave terminan de darle ese toque perfecto para convertir el lugar en un paraíso.

Lo mejor de todo, viene cuando fuimos a conocer a las tías de Raúl, mujeres fascinantes y llenas de historias, de experiencias, de consejos para dar. Pasamos un buen rato conversando con ellas y si no hubiera sido por la hora del regreso, hubiéramos disfrutado de muchas horas más. No cabe duda que mantener una conversación con una persona desconocida te puede cambiar la vida, llenar de sabiduría y ofrecerte entretenimiento. Amo conocer personas nuevas, y que me enseñen, que me cuenten sus anécdotas favoritas ó lo que sea que quieran compartir.

Gracias Raúl por el viaje, gracias Deadra, Rosa, Paola por haber sido la mejor compañía y siempre estar conmigo. Los quiero mucho.