A veces me da por envidiar a los extraños. Que van ahí, viviendo sus vidas sin tener interrupciones. Les veo caminar y nunca los imagino hablar de temas importantes como la globalización. Me gusta creer que van admirando la simplicidad de la vida, los grandes detalles que guardan las calles y las interminables historias que aquellas banquetas deben saber.
Me gusta admirar extraños, pensar que tienen vidas felices. Hacerles un mundo en mi mente en donde de lo único que deben preocuparse es que se les acabó la harina para hornear.
La gente extraña le da un sabor interesante a la ciudad, la hace parecer más acogedora, mas interesante.
A veces dedico tanto tiempo inventando inicios y finales a sus vidas, que desaparecen sin ser desconocidos.
Me gusta pensar extraños, e imaginar que alguno se detiene a inventarme a mi.