Luces.
De pronto me encontraba mirando por la ventana de aquél automóvil gris, algunas gotas se interponían en mi vista, restos de la lluvia que terminaba de pasar por encima de nosotros. Las luces de la ciudad parecían verse más brillantes que nunca. Era una especie de recibimiento, pero uno mágico, de esos momentos en que nada es más bello que lo que estás presenciando, pero que tus ojos parecen no poder captar tanta belleza, y sólo te sientes abrumado. Envuelto en la inmensidad. Mis pensamientos se hicieron polvo y volaron lejos al abrir la ventanilla. Sentí el aire fresco en mi frente, sentía mi nariz volverse helada, no existía ayer, y no intentaba siquiera imaginar un mañana. Estaba ahí. En ese instante. No había más.
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