Ni tan nunca.
Entonces él cerro la puerta y dejó el mundo afuera.
Ahora sólo eran él, la música, sus recuerdos y esa botella a medias de Whiskey. No estaba seguro del porqué, pero sabía que no quería tener la compañía de nadie en ese momento. Quizás la de ella le haría bien, quizás no.
Decidió comenzar a escribir sus pensamientos en una servilleta blanca que se encontraba sobre su mesa, tomo un lápiz con la punta medio gastada y comenzó a escribir. Horas más tarde, despertó con la servilleta pegada a la cara y el lápiz debajo de la mesa. En la servilleta no había una historia, había dos palabras. "Te extraño". Pasó unos minutos mirando esa frase intentando adivinar porqué la habría escrito. Hacía muchas noches ya que no admitía que la extrañaba. Parecía extraño que de pronto lo aceptara en un espacio tan vacío, tan en blanco. Recordó su risa, tan ruidosa pero dulce. Tomó el vaso de Whisky casi vacío y lo terminó de una vez por todas para intentar ignorar sus pensamientos. Comenzó a caminar hacia el baño y se lavó la cara para volver al presente y así huir del pasado que lo asechaba. Se miró al espejo, y recordó al ver su barbilla la manera en que ella le acariciaba. Era un roce suave, tierno. Por un momento creyó sentir sus dedos sobre su rostro.
No podía estar bien, tantos días hundidos en la rutina no parecían ser suficientes para olvidar lo que aún quedaba de ella. Ya no era tanto, pero tampoco era nada. Ella seguía ahí. Ni tan siempre, ni tan nunca.
Volvió a la mesa, se sirvió otro trago de Whiskey, abrió la puerta, y dejó al mundo pasar, esperando así olvidarla para siempre.
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