Un día simplemente lo sabes.

Todo comienza a tomar sentido. 

Te sientes en paz.

Entiendes que todo el trayecto valió la pena para llegar aquí.

Que te estabas preparando para lo mejor. 

Conoces la tranquilidad de sentirte querido. 

Notas que la vida te sonríe a través de su sonrisa.

Saber que alguien puede quererte. 

Sentir las mariposas en el estómago. 

Pertenecer.

Te toman de la mano, lo vives y entiendes todo. 

Quieres recorrer el mundo entero así.

Aceptas el miedo pero por primera vez te enfrentas a él. 

Porque te sientes segura, porque no estás sola, porque lo que hay del otro lado vale la pena. 

Recuerdas el pasado y el dolor se convierte en risas. 

Agradeces el camino recorrido pero bendices el presente. 

Dicen que nunca se quiere igual dos veces. 

Pero esto se siente diferente a todo lo que alguna vez viví. 

Un domingo sin saberlo, a las cinco de la tarde, todo cambia. 

Encuentras unos ojos que brillan al verte y una sonrisa que ilumina el mundo entero. 

Y desde entonces, sólo buscas hacerle reír.