Allá afuera la vida corría su ritmo,
pero nosotros habíamos marcado el nuestro.
Café con sabor a "te quiero feliz, niña",
abrazos infinitos y promesas en ropa interior.
Desde que llegaste entendí que hay personas que son refugios,
que está bien la paz y sentirse como en casa en tan poco tiempo.
Que podría acostumbrarme a que tu mano busque la mía
y quieras tomarla siempre, entre tantas.
Que abrirme una puerta, cambiarme de lado,
un abrazo inesperado o llamar al mesero por mí,
se han convertido en mis detalles favoritos.
Me descubrí sonriendo cuando me preguntaron cómo nos conocimos:
Un cliché de película. Una cita a ciegas que resultó triunfal.
Y no hubo espacio para titubeo cuando dije que te estaba esperando a ti.
Sí, sí quiero estar contigo.
Sí, sí quiero hablar de nombres horribles de hijos imaginarios,
de fútbol, de viajes futuros y de cómo a pesar de podernos topar en el camino antes,
llegamos a tiempo a nuestras vidas.
Sí, sí quiero abrazos que te hagan no sentir nada y todo al mismo tiempo.
Y sí quiero gustarte mucho mucho aunque no sepas por qué.
Quiero seguir escuchando canciones en la radio y buscándote en ellas cada vez.
Preguntas por qué no escribo más y sólo se me ocurre quererte con mis letras.
Borrar todo aquello que algún día definí como amor y cantar contigo que no hay nadie más.
Preguntas por qué no escribo más y sólo se me ocurre quererte con mis letras.
Borrar todo aquello que algún día definí como amor y cantar contigo que no hay nadie más.
Me dices bonita cuando me ves despertar y
entonces quisiera no irme de aquí jamás.
entonces quisiera no irme de aquí jamás.
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