Todo es parte del plan

by - agosto 08, 2018


Recuerdo cuando tenía veinte y me parecía que la vida era un camino largo, incierto y peligroso por recorrer. Sentía que tenía que cumplir con expectativas muy altas que yo misma me había impuesto:



Hacer sentir orgulloso a mi padre, tener solvencia económica, ser feliz, conseguir un trabajo que me gustara y pagara bien, que la gente supiera que la estaba pasando increíble en mi vida y que estaba logrando todos mis objetivos. (Sí, de verdad era una de mis preocupaciones)

Era tanta la presión que no pasaba un día sin que sintiera la responsabilidad de estar trabajando por lo que quería. Así como esas frases motivacionales que dicen “trabaja todos los días en algo que te acerque a lo que quieres”,… yo lo tenía tatuado en mi mente y si sentía que un día no hacía algo productivo, me llegaba una ola de culpabilidad que me derrumbaba y me regresaba a la orilla donde tenía que volver a empezar.

Lo gracioso es que fue la vida misma la que me puso en mi lugar y me fue enseñando que para triunfar, se necesita vivir.
No es que bajara mis expectativas ni que espere menos de mí, al contrario. Sin embargo, me fui dando cuenta de cuáles eran mis prioridades y de lo que verdaderamente me hace feliz. (y sí, ahora tampoco me siento con la obligación de serlo todo el tiempo)

Entendí que las oportunidades llegan solas y que depende de uno si las toma o no, no se trata de dejar de tocar puertas, pero a veces uno se obsesiona tanto con conseguir cierto trabajo o lograr algo, que lo único que consigue es alejarlo con su actitud intensa.

Me di cuenta que soltando, a veces se logra más. La vida me dijo: Ana, date un break, respira, comienza de cero. Toma este tiempo para ti y ya verás que todo se acomoda.

Mi yo de 20 años no entendía cómo es que dejando de obsesionarme con algo y dándome un tiempo para mí, las cosas se iban a dar solas, pero resulta que sí pasa.

Por primera vez la escuché y lo hice. Pasé un año de mi vida trabajando únicamente tres horas diarias, dibujando, disfrutando a mi familia, escribiendo y durmiendo. A los 300 días (menos, la verdad) me había aburrido y comencé a buscar algo diferente. Pero no me obsesioné, lo solté y llegó.

Me he mudado varias veces de ciudad, regalé todas mis cosas, empecé de cero más de tres ocasiones, pero todo valió la pena. Dejé que el miedo se fuera de mí y me dediqué a hacer lo que sentía que era lo correcto. La clave aquí es que al final, todo se acomoda.

La última vez que me regresé a esta ciudad, fue porque me ofrecieron un trabajo que desde hace años había visualizado. Pero durante seis meses viví esclavizada a mi teléfono, a trabajar horas extras sin paga, a recibir reclamos injustificados y a muchas cosas que día a día no me hacían feliz, pero que yo creía que era normal y que tenía que aguantar para ser exitosa.

Un día, sin esperar nada, una oportunidad tocó a mi puerta. Tenía que dejar mi trabajo en una semana y empezar de cero en una empresa grande donde tendría que hablar 100% en inglés. ¿Podría hacerlo? ¿Se valía dejar mi zona de confort? ¿Y si no podía con el idioma? No lo pensé más y  me lancé. Acepté y comencé de nuevo una vez más.

Fue hace días que volteé hacia atrás y me di cuenta que mi camino se estaba formando poco a poco:
Cada paso, cada oportunidad, cada maleta y cada caja de mudanza me estaban guiando en mi vida y esta se iba forjando al mismo tiempo.
No tenía que tener todo resuelto a los veinte años, cada decisión me iba a llevar por el camino correcto. 

Decidirme a abrir mi blog, ese primer trabajo en el que era becaria pero era muy feliz, mi primer artículo pagado, mi primera vez como editora, ese trabajo de tres horas al día, mi primer aumento, las 374982 entrevistas de trabajo, la frustración de sentir que no podía, caerme y levantarme, todo, todo era parte de algo.

Pero yo no lo sabía y quería tener todo planeado desde aquél día.

Hoy todavía me frustro algunas veces cuando mis cuentas no me salen bien y tengo que pedir ayuda, pero sé que en el fondo, pronto todo estará bajo control. Cada día me siento más cerca de lograr todas esas cosas con las que soñaba y me preocupaba que no fuera a lograr. 
Es por eso que hoy escribo para todo aquél que se sienta perdido. Que crea que tiene que tener todo resuelto, que está preocupado porque las cosas no están saliendo como esperaba.

Porque si yo pudiera, le diría a mi yo de veinte años que respire, que todo es parte del plan, que todo esto que está viviendo la va a llevar a donde debe estar.







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