Recuerdos. Todos tenemos recuerdos. Hay días que parece que están llenos de ellos. Recuerdos bonitos, recuerdos feos, recuerdos tristes, recuerdos alegres. Pero al final, todos son recuerdos y nada más. Momentos que alguna vez vivimos y por seguro, no volverán a repetirse, al menos no de la misma manera.
Hoy yo amanecí con recuerdos en mi almohada. Parecían lágrimas, pero sé que sólo eran recuerdos. Muchas veces uno va caminando y algún olor, alguna cara, o algún sonido los llama. Y ahí van, los recuerdos comienzan a caminar a tu lado. Muchas veces incluso dejas de caminar y siguen contigo. Todo el día. Los despides, pero no se van. Les gusta estar contigo.
Mis recuerdos encuentran formas originales de llegar. No son tan aburridos. A veces llegan cuando abro una ventana y el viento toca mi piel. Algunas veces confundo si es el viento o son ellos. Los recuerdos. Pero tocan mi piel. Otros días, cuando estoy riendo. ¿Ese sentimiento placentero que te causa reír? Eso lo aprovechan para llegar. Lo que no me gusta es cuando llegan y estoy sola. Me dan miedo. Me hacen llorar. Llega uno, y después otro, y luego otro. Llegan juntos, llegan muchos. No se van. Los corro diciéndoles que hoy estoy bien, gracias, que vuelvan otro día. Pero me ignoran. Me rodean. Me abrazan. Entran en lo más profundo de mi ser. Y ahí estoy yo. De nuevo invadida por los recuerdos. No entienden que ya no los quiero. No entienden que dentro de unos años estaría bien que volvieran, pues no los quiero olvidar por completo. Me caen bien. Pero en este momento estaría mejor sin ellos.
¿Qué voy a hacer con estos recuerdos? ¡Son tan tercos!
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