café.

by - febrero 15, 2012


Miércoles por la mañana, no fui a clases. El cielo está nublado y el clima un poco frío. Estoy sentada en la mesa de siempre, en este café. Lugar que guarda estrés, memorias y sueños. Me detengo de hacer mis tareas y comienzo a escribir. Lo necesito, ahora más que nunca. He dejado de escribir por varios días y los sentimientos se van acomulando en mí como gotas de agua en un vaso, ¿medio lleno? ¿medio vacío? ¡Se está llenando, es lo que importa! Y no voy a dejar que se derrame, mejor lo saco hoy, lo escribo.
Tantos pensamientos que han cruzado mi mente estos días y yo sin contárselos a nadie. He intentado, pero nunca salen de la misma manera que cuando lo escribo. Al menos así me entiendo mejor yo, escribiendo. Porque si no, luego hablo y hablo tanto que hasta me canso de escuchar mi voz intentar decir palabras que juntas tengan un sentido, que sean coherentes. Nunca lo son.
Pero ahora que lo pienso, tampoco lo son cuando lo escribo, sólo se siente mejor.

No sé si es el clima lo que me tiene así, pero estos días nublados me han hecho pensar mucho, mis pensamientos me pedían a gritos que los ordenara, y sin quererlo, lo fui haciendo, poco a poco, hice caso a sus órdenes.
En realidad esperaba hacer una entrada sobre el catorce de febrero, lo sobre estimado que es ese día y esas cosas. Sin embargo, (obviamente) no lo hice. Me ocupé. Pero ese no fue el único motivo por el cual no lo escribí, la verdad me parecía un tema muy vacío para evadir lo que realmente quería escribir. ¿Qué es lo que realmente quiero escribir? Ni yo lo sé. Al final de esta entrada lo sabré. Lo sabremos.

El otro día conocí a una persona, que en su momento fue importante. Me tuvo en su mundo y lo dejé entrar al mío por un día. Hicimos el nuestro, por unos momentos, por una tarde. Me gusta conocer ese tipo de personas, que no sólo entran a mi vida por entrar y salen así nada más, sin cambiarme, sin hacerme, sin sentirme. Me gusta que lo hagan. Y que me dejen hacerlo.
Así pues, entendí que el tiempo es muy sabio. Y que todas esas frases que suenan a cliché que dicen que el tiempo lo cura todo, son ciertas. El tiempo te ayuda a sanar cualquier herida, cualquiera. Claro que el tamaño de la herida y el tiempo que tomará en sanar es proporcional, pero hay más tiempo que vida. Todo pasa. Todo pasará. Todo pasó.

Comprendí que algunas veces la realidad es mejor que la fantasía. Y en mi caso, mi fantasía se acabó. Estoy afrontando la realidad, y me gusta. Me gusta saberme segura, saberme frágil pero real. Es difícil de explicar a qué me refiero exactamente con esto, pero en mi mente está muy claro. Espero poder darlo a entender algún día fácilmente.
Mi café se acabó, igual que mis recuerdos. De hecho, se parecen mucho. Al principio están ahí, calientes, recién hechos, como mi café. Incluso sacan humo que se acerca más a mí, como persiguiéndome, yo lo siento, lo aspiro. Los dejo entrar en mi. El olor al café que viene de aquel humo, entra en mi y me da una probadita de qué es lo que me espera y la nostalgia pero satisfacción que sentiré al dar el último trago. Igual que mis memorias. Igualito. En este momento veo la taza vacía, y siento extraño de saber que en algún momento hubo ahí un gran café, pero de recordar el buen sabor de boca que me dejó y lo mucho que lo disfruté, sonrío. Valió la pena, cada trago delicioso y calientito. Cada recuerdo, delicioso. Pero es hora de lavar la taza y servir un café nuevo. Así funcionan las cosas.



You May Also Like

0 comentarios