Sólo pedía una vez.
Más de dos veces caíste, más de tres estuve ahí para ayudarte.
Más de una vez lloré contigo en esos azulejos azules de tu baño, te sostuve entre mis brazos mientras llorabas, y maldije a todo aquél que hirió tu corazón. Más de cuatro veces busqué el lado positivo de las cosas a pesar de tu insistencia. Más de tres veces temí que tu soledad te hiciera tomar decisiones equivocadas y corrí a tu auxilio. Sólo una vez lloré contigo en los azulejos blancos de mi baño. Te tomé de la mano. Escuché tus palabras llenas de ganas de ser comprendidas. Respondí a tu llamada a las cinco de la mañana cuando te sentiste solo y la única persona en la que podías confiar era en mí. Fuiste débil en esa llamada. Pero la escuché completa. Lo necesitabas... no podía dejarte así a pesar del daño que habías causado en mí.
Un correo electrónico. Un mensaje enviado a altas horas de la noche, y no obtuve respuesta. No esperaba que te sentaras conmigo a llorar en los azulejos fríos de algún baño. No esperaba que sostuvieras mi mano, o que secaras mis lágrimas. No esperaba que intetaras sanar mi alma. Una respuesta cualquiera, sólo una vez, hubiera bastado.
Pero supongo que era mucho pedir, incluso para ti.
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