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Cierro los ojos.
Comienzo a imaginarme todo lo importante de mi vida. Lo que quiero, lo que anhelo, lo bueno, lo malo, el pasado y el presente. Todo se va presentando como en una serie de imágenes en mi mente, unas más coloridas que otras, unas incluso hasta en blanco y negro. Pero todo pasa. Intento detenerme a pensar por un segundo, no estoy segura si las cosas se ven tan difíciles porque a los veinte años se supone que todo debe ser así, o porque en realidad lo son. Me siento perdida.
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