A mi lado y a kilómetros de aquí.
Pasa a mi lado y apenas le reconozco; si lo hago es probablemente por su olor y sus zapatos. Tan parte de su estilo, tan parte de él.
Aún me sorprende que pase junto a mí y siga escondiendo la mirada, a lo feliz que se le ve con ella, parece ilógico que aún no logre mirarme a lo ojos.
Hace tres años si hubiera caminado junto a mí, jamás lo hubiera notado, ni a él, ni su loción, ni sus zapatos. Pero hoy si. Y no porque aún lo ame y extrañe, pero sí porque fuimos todo y hoy intenta que seamos nada. ¿Desde cuándo se puede ignorar al pasado como si jamás nos hubiera cambiado? Y más cuando soy el parteaguas de su vida en los últimos dos años, y no porque fuera lo más importante, pero su historia si tuvo un antes y un después de mí:
Lo conocí en su peor momento, e increíblemente así me enamoró. Luchamos juntos contra sus miedos, y así lo enamoré.
Si lo pienso, dudo mucho que ella se hubiera enamorado de él si se hubiera abierto como lo hizo conmigo. Creo que la diferencia es que a mí me gustan los desastres; y él era uno de los pies a la cabeza. Muchos dicen que soy de esas personas que buscan gente problemática para arreglar sus vidas en lugar de hacerlo con la mía. Y puede ser, si lo pienso recuerdo pasar horas corrigiendo la ortografía de otros amores, ayudarles a centrarse o a controlar su mal humor. Si, creo que después de todo es cierto. Sin embargo nunca había amado un caos tan grande como él.
Pero hoy que pasa hombro a hombro por mi izquierda, lo veo tan entero como nunca, por lo que supongo que está bien que ya no estemos juntos pues no tendría ya nada en qué ayudarle. Se le ve bien, se le ve feliz. Aún no estoy segura de que su felicidad sea enteramente real, pero ya no quedan rastros de trastornos en él. Y en definitiva ya no es aquél hombre que pasaba las tardes enteras con las persianas abajo y su mundo muy dentro de su departamento. Es alguien diferente. Es alguien mejor.
Me sorprende que ni mi olor ni mis zapatos le provoquen voltear. No estoy segura de poder soportar su mirada mucho tiempo, por lo que no debería preocuparse de alcanzar a verse reflejado en mis ojos. Aunque probablemente tiene miedo; miedo de recordar aquél día en que me pidió que se los regalara junto con mis labios. Y lo hice sin dudarlo. Le entregué mis ojos, mis labios y lunares. Sin pensar siquiera en que llegaría el momento de despedirnos, que habría alguien más que le ofreciera los suyos, y quien me pidiera los míos de nuevo. ¿Habrá entonces posibilidad de recuperarlos? Me enteré que borró nuestras fotos y seguro tiró mis palabras. Pero nunca supe qué fue de mis ojos, qué fue de mis labios.
A veces al verlo tan bien creo que los recuerdos me los dejó todos a mí, por eso a veces me atacan de madrugada. Seguro son los que había olvidado mandarme y por eso llegan tan de repente. Entonces quizás ahí entre el montón de memorias estén mis ojos. Pero entonces no tendría miedo de verlos si ya no le pertenecen.
Después de pensar en todo esto sigo sin encontrar la razón por la que hoy podría pasar tan cerca de quien fue su mundo entero y hacer de cuenta que nunca lo fui. Sé que ya no lo soy, no esperaría serlo, pero tampoco existe explicación lógica para haberme convertido en desconocida. No quien conoce los secretos más íntimos de su piel, su mente y su corazón. No quien compartió sueños y por patrón de repetición o no, le ayudó a salir adelante.
Supongo que llegará el día en que esté listo para verme de nuevo, en que pueda dejar todo de lado y admitir que bien o mal, soy parte de su historia y no por esquivar la mirada podrá borrarlo. Escrito ya está tanto por la vida como por mí. Probablemente el día en que logre desprenderse de mis ojos y mis labios sea el día en que podamos mirarnos de nuevo, sonreír y admitir que esquivarnos no ayuda en olvidar. Que el olvido llega solo y únicamente en caso de ser sumamente necesario.
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