Día 3. Purificarse
Cuando dicen que los primeros días siempre son los más difíciles creo que mienten, en defintiva lo más difícil son las primeras noches...
Y es que en el día puedes estar bien, buscas entretenimiento y te mantienes ocupado, pero ¿qué pasa cuando llega la noche y no hay nada ni nadie que interrumpa tus pensamientos ni tu sentir? Ahí es cuando empieza la verdadera lucha con uno mismo. Esa parte es la verdaderamente complicada.
Anoche eran las dos y media de la mañana y no podía concilar el sueño, los pensamientos me atormentaban y no dejaba de pensar. Antes de soltarme llorando, decidí pararme y me puse a limpiar. (Si, yo que odio poner en orden desde mi closet hasta mi vida). Empecé recogiendo la ropa sucia y terminé acomodando mi escritorio. Y entonces comencé a sentir un poco de paz.
Fue en ese momento cuando me di cuenta que el tercer día iba a ser dedicado a "Purificarme". Por más extraño que sonaba cuando lo pensé, sentía que esa era la palabra que debía utilizar.
Entonces a las tres de la mañana entré a la regadera y me bañé. Dejé que el agua caliente limpiara mi cuerpo y mi mente. Después de eso pude dormir. Así lo hice hasta las cinco de la mañana que mi teléfono comenzó a sonar. Era él. Sabía que si contestaba mi debilidad podría ganar, así que lo dejé sonar.
Al despertar tenía un mensaje con todas esas palabras lindas que había soñado escuchar. Era perfecto. Lo volví a leer,pero antes de que llegar a mi mente la posibilidad de contestar, agradecí en silencio que me quisiera tanto aunque fuera en el momento incorrecto y lo cerré. Entonces siguió mi tercer día.

Por la tarde fui a comprar algunas cosas al supermercado y de repente me encontré con mis flores favoritas, un ramo hermoso de rosas rosas. Al verlo recordé todas las veces que había soñado que llegaran con uno igual a la puerta de mi casa. Pero nunca sucedió. Contemplé ese ramo por unos momentos más, lo tomé y regresé a la caja. "¿Qué haces?" me preguntó mi mejor amigo. "Me voy a comprar este ramo yo sola" contesté sonriendo "No lo hagas, yo lo pago" lo dijo en un tono tan extraño que podía sentir lástima en su tono de voz. Y por el contrario, yo nunca me había sentido tan feliz, orgullosa y tranquila de lo que estaba haciendo. ¿Porqué tengo que esperar a que mi pareja me regale el ramo de rosas rosas que tanto amo? ¿Y si nunca llega ese momento? ... Lo pagué y salí como niña en navidad.
El ramo está en el escritorio de mi cuarto limpio y organizado. Están frente a mi cama como un recordatorio de que se puede estar sola y feliz. Que para llenarme de detalles lindos no necesito a nadie. Tener quien lo haga es una bendición extra. Pero mientras llega, me tengo a mí.
Fin del día 3.
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