Cuando tomé la decisión de irme, no estaba muy segura de cuál era la razón. Sabía que quería huir. ¿Huir? Si. Quería desaparecer, pero parecía que el escondite debajo de mis cobijas ya no era suficiente. Siempre terminaba por encontrarme, pero ya no era yo. No me gustaba la persona que se había apoderado de mi escondite y mucho menos de mí.
Entonces, decidí que era hora de volver. ¿Volver?
Si, volver a donde todo empezó.
Tenía seis años y amaba la vida. Quería escribir libros, en periódicos, quería viajar y contarle a la gente mi versión del mundo, usando como únicos filtros mis ojos y mi corazón. Eso sería de grande. Nada más.
¿Dónde habían quedado todos esos sueños? Supuse entonces, que si volvía y tenía suerte, los podría encontrar ahí mismo.
Decidí que era hora de volver porque mi corazón necesitaba sanar...
La gente no suele darle importancia a las heridas del corazón. Fingimos que deja de doler y corremos a nuevos brazos que nos lleven lo más lejos posible de la soledad. Pero yo no quiero eso. Yo quiero prestar la atención que mi corazón requiere y no parar hasta sanarlo.
Entender y perdonar...
Decidí que era hora de volver a mis padres...
Esos que me volverían loca durante nuestras discusiones y los mismos que pasarían la noche consolando las heridas de mi corazón.
No sé cómo lo logran, pero cuando algo duele, siempre necesito hacérselos saber, como si hablarlo con ellos fuera un sedante de los fuertes. Y por momentos, todo deja de doler.
Supe que mientras los tuviera vivos y dispuestos a abrazarme con todo y mis miedos, valía la pena volver a ellos una vez más.
Entendí que era hora de volver al mar...
Dicen que todo lo cura. La gripe, las heridas y sin dudarlo, el alma.
Creo que es hora de permitir que la sal del mar cierre lo que queda abierto dentro de mí. Dejarme asombrar por su inmensidad, sus colores... Simplemente dejarme asombrar. ¿Cuándo fue la última vez que dejé que eso pasara?
Decidí que era hora de volver a no tener nada...
Una casa, muebles, una zona de confort... Nunca podría irme a ningún lado mientras tuviera algo que me atara a algún lugar. Incluso hice un filtro de recuerdos y decidí llevarme únicamente los necesarios.
Entendí que era hora de volver a creer en mí...
En mis proyectos, en lo que me hace feliz. Dejar de sacrificar mi paz mental por tener un trabajo que no aporta nada a mi vida. Valorarme. Dejar de conformarme con menos. Darme el tiempo - necesario - de conocerme y saber qué es lo que quiero hacer de ahora en adelante.
Decidí que era hora de volver a ser feliz.
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