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De cada despedida se aprende. Adiós 2016
La vida es para aprender, para sentir, para vivir...
Durante estos 365 días, entendí lo bonito de lo incontrolable. Sonreí, me
enamoré de la vida (y muy fuerte), quise a otra persona, entregué todo lo que
tuve hasta quedarme sin nada, viví momentos increíbles y sobretodo, cambié. Y
cambié mucho.
Entendí que la vida no se mantiene estática, que cada día está lleno de
pérdidas y oportunidades.
Si tuviera que describir este año con una palabra, sería “cambios”, y los
cambios siempre vienen acompañados de aprendizajes.
Aprendí que de tocar fondo, sólo queda subir. Que la familia es la mejor
red de apoyo que tenemos, que el amor no es como lo pintan, que está bien estar
mal, que no importa lo que pase, la vida siempre sigue. Que querer a alguien,
muchas veces no es suficiente para mantenerlo a tu lado. Que cerrar un ciclo,
es simplemente la oportunidad de empezar algo nuevo, que cada día está lleno de
sorpresas, que la vida es un cambio constante, que a veces es necesario soltar
el pasado y mantener los brazos abiertos al futuro.
Aprendí que si algo te incomoda, tienes que dejar que te incomode. Si algo
te duele, deja que te duela. Si algo te enoja, siente el enojo. No lo evites,
no lo ignores. ¡Vívelo!
Algunas veces nos aferramos a creer que la vida tiene que ser como la
teníamos planeada y cuando algo fuera de nuestras manos sucede y nos cambia
todo, entramos en pánico. Pero entendí que la vida tiene muchos caminos
diferentes y que uno nunca es suficiente. Entendí que tengo que atreverme a
hacer las cosas de otra manera, que no debo tener miedo al cambio, que debo
buscar mi felicidad sin importar el número de caminos que deba tomar.
Aprendí a creer en mí. En mis proyectos, en lo que me hace feliz. A dejar
de sacrificar mi paz mental por tener un trabajo que no aporta nada a mi vida.
A valorarme. A dejar de conformarme con menos de lo que quiero, a darme el
tiempo necesario de conocerme y saber qué es lo que quiero hacer de ahora en
adelante.
Entendí que era hora de ser feliz. Que cuando lleguen momentos difíciles es
importante agarrarse fuerte y no soltarse. Respirar (aunque sea difícil) y
dejar que pase la tormenta. Volver a estar de pie y entonces darme cuenta que
cambié junto con la vida, que soy más fuerte, más grande, más guerrera.
Pienso que parte importante de crecer es darse cuenta de esto, de que vivir
está lleno de cambios y sabores agridulces, que nada es para siempre (ni lo
bueno, ni lo malo), que hacer planes está bien, pero el universo y sus deseos
son otra cosa completamente diferente.
Aprendí que el pasado no es un lugar para vivir.
Aprendí que soy un conjunto de experiencias: alejarse de casa, viajar,
tener el corazón roto, las noches en las que uno aprende a sobrellevar una
tormenta solo, todo eso te cambia y te va formando. Te va haciendo tú.
Un día, una persona muy especial me dijo que la gente pasa la vida
esperando encontrarse a sí mismos, pero que nadie les dijo que es imposible de
lograr, que uno no es quien era dos minutos atrás y no será el mismo el siguiente año y que
estamos en cambio constante…
Aprendí que la felicidad siempre está. Cuando no puedo parar de reír junto
a mis amigos, al ver a mis padres después de meses fuera de casa, al tomar un
baño caliente, al recibir un cumplido o al pasar un día perfecto con la persona
adecuada. No tengo que esperar nada, todos los días algo me hace feliz. Y eso
es lo importante de vivir, ser feliz aunque sea un ratito todos los días.
Aprendí lo impresionante del poder que te brinda rodearte de las personas
correctas y a perdonar y dejar ir a las incorrectas.
Aprendí que lo único peor que no hacer algo que queremos, es el arrepentimiento
que viene después. La vida es muy corta para andar diciendo que no.
Entendí que las buenas ideas son así, no tienen horario. Nunca dejes ir la
inspiración, puedes dejar ir la mejor idea de todas.
Aprendí que el amor algunas veces viene en frases tan sencillas como un “cuídate,
por favor”, “te extrañé”, o simplemente en no tener ganas de despedirse nunca.
Aprendí que en un beso robado puede haber más amor que un montón de tardes
juntos. Que si alguien te quiere, te busca. Sin excusas.
Aprendí que hay amores que deben durar poco para hacerse infinitos. Que
algunas personas llegan únicamente a prepararnos para la siguiente.
Aprendí que soy suficiente, que soy guapa, que soy o seré el motivo de
insomnio de alguien. Que si en algún momento no siento ser suficiente, estoy en
el lugar equivocado, nada más.
Aprendí a no tener miedo al amor, a seguir amando sin pensar en las
consecuencias, a no exigir que me quieran a cambio. Entendí que el amor no se
trata de eso. Aprendí a amar, amar en silencio, en voz bajita o amar a gritos,
pero sobretodo aprendí a amarme más a mí. Y entonces, no estaré amando a la
persona equivocada.
Aprendí a entregarme, a romperme y a volverme a levantar. Aprendí que
pierde más el que no lo intenta que quien inventa ideas nuevas cada día para
demostrar lo mucho que ama a alguien.
Aprendí a no confundir el amor, a dejar de conformarme, dejé de creer que
algo estaba mal conmigo.
Aprendí que las personas sí te cambian, que llegan a tu vida, giran tu
mundo de cabeza y después se van. Y así como si nada, dejan estragos en ti.
Pero también aprendí a no convertirme en quien me hirió.
Aprendí a seguir amando la vida y entonces, dejar que la vida me haga
sonreír.
Es por eso que en este nuevo año estoy lista para dejar pasar las cosas
buenas.
Bienvenidas sean las alegrías, los viajes, las risas que hacen doler el
estómago. Los abrazos sinceros, las llamadas a media noche, los buenos libros y
las canciones pegajosas.
Bienvenidas las personas que siempre tienen algo que contar, las comidas
con amigos, las pláticas en la azotea. La copa de vino después de un día largo,
los mensajes de texto en las mañanas, las fotos espontáneas.
Bienvenido sea el amor, los besos robados, las miradas reveladoras, las
cartas y las sonrisas. Las tardes bajo el sol, la voces de mi gente cantando en
carretera.
Bienvenidas sean mis ganas de dejarme sorprender todos los días, mis ganas
de reír y de bailar. Bienvenido sea el trabajo perfecto, las caídas y volverme
a levantar.
Bienvenidas sean las nuevas vidas que he de tocar, las palabras correctas,
el dolor inevitable del que he de aprender, los nuevos lugares por descubrir.
Bienvenidas mis ganas de amarme, de ser feliz, de darlo todo. Bienvenidas
mis ganas de vivir y sonreír.
¡¡Bienvenido, 2017!!
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