Me enamoré de nuevo sin morir en el intento.
Mis
últimas relaciones se resumen en una palabra que ya hasta me suena a cliché: tóxicas.
Estuve
con el típico hombre que dice que eres el amor de su vida pero, que no quiere
un compromiso en este momento (y así te tiene por cuatro años), con el
bato chavoruco que se siente súper cool por lo que te mantiene “como amigos”,
con el que tiene un compromiso con otra mujer pero lo niega y con un
adicto que me brindó la peor experiencia de todas. En conclusión, estaba
harta de lo que yo conocía y recibía como amor.
Después
de un tiempo de no querer saber de nada ni de nadie, llegó un día en el que
decidí “volver a salir”, por lo que por fin acepté una cita con ese
hombre que conocí en Tinder (ya sé, ya sé) hace dos años y al que
siempre le había dado el avión.
…La
peor cita de mi vida, de verdad, un desastre de principio a fin, lo cual
me dejó desesperanzada ante la idea de retomar mi vida amorosa. Aunque he de
admitir, que aparte de pasarla muy mal, era más cómodo para mí decirle que no a
todo y seguir sola, antes que volver a caer en una relación como las
anteriores.
Fue
una tarde de domingo, cuando mi amiga Karla, mientras escuchaba la triste
historia de mi cita, decidió que ella arreglaría una más. Fue todo como de
película, ella se encargó de hablar con él y conmigo para armar todo. Ninguno
habló antes con el otro y fue casi imposible stalkearnos en facebook por
nuestras configuraciones. Moría de nervios.
Lo
interesante empieza aquí: la cita fue perfecta, hablamos sin parar por cuatro
horas, reímos mucho y me parecía guapísimo. Era justo como imaginaba a mi
hombre perfecto. Me pidió mi número y seguimos hablando todos los días, salimos
de nuevo y las cosas cada día iban mejor.
Sin
embargo, mi historial me dejó un poquito traumada y tenía miedo. Puede sonar un
poco extraño, pero no estaba acostumbrada a que me trataran bien, para mí el
amor era algo así como “una montaña rusa de emociones en la que todas las
noches lloras hasta dormir, despiertas y te vuelven a hacer feliz con cariño
pero siempre condicionado y a medias”.
Y
entonces llegó esta persona a cambiarlo todo. Aún recuerdo que los primeros
días le decía a Karla que no entendía por qué me sentía tan tranquila, tan en
paz. Si me sentía así, seguro significaba que no estaba con la persona
correcta. Por primera vez me estaban tratando con toda la delicadeza y amor del
mundo y yo me sentía paralizada. No sabía si lo correcto era avanzar o
salir corriendo. El principio fue súper lindo pero al mismo tiempo muy difícil
para mí.
Cuando me decía palabras bonitas, yo asumia que estaba mintiendo. Pasaban los días y yo estaba esperando el momento en que me dijera que siguiéramos como amigos o que simplemente desapareciera. Pero no lo hacía. Un día le dije lo que pensaba, admití a pesar de mi orgullo, que tenía miedo de que hiciera lo mismo que todos. Que yo no fuera suficiente. Y más que nunca, él siguió ahí, al pie del cañón. A pesar de verme confundida y saberme temerosa.
Así
que al verlo tan seguro, un día decidí dejarme querer. Porque sí, para mí lo
difícil no era quererlo, era permitir que alguien lo hiciera conmigo y lo
hiciera bien. Me di permiso de ser vulnerable de nuevo y abrirme a una
nueva relación.
Hoy
puedo decir que es la mejor decisión que he tomado en mi vida. Nunca antes
había sentido algo como lo que siento hoy. Seis meses de relación después, sé
que sentirme tranquila y en paz, es una excelente señal. Que el amor se trata
de sonreír, de trabajar en conjunto y de no irse a dormir enojados. Hoy sé que
llorar todas las noches, no es amor. Que la manipulación, no es amor. Que el
abuso, no es amor. Que las condiciones y sentir que no eres suficiente, o
preguntarte qué te falta para serlo, no es amor.
Por
lo que el mejor consejo que puedo dar hoy, si es que alguien me lo pidiera, es
que no se conformen con menos de lo que sueñan, porque sí existe, solamente no
ha llegado la persona correcta.
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