Querida amiga:
No soy la persona perfecta para decirte qué hacer o qué no hacer, pero es por mi frustración al ver tu dolor y no saber las palabras adecuadas por decirte cuando te tengo frente, que he decidido escribirte una carta.
No te voy a decir que "no llores por un hombre", porque me parece que tanto ellos pueden llorar por una mujer, como nosotros por ellos, esto va más allá del género, estamos hablando de amor. Así que si tienes ganas de llorar, hazlo. Creo fielmente en que las lágrimas nos limpian el alma cuando más se necesita, así que no te detengas por nada ni por nadie.
No te diré que lo dejes, esa decisión no me corresponde a mí, ni a tus padres, ni a otro amigo al que le contaste, sólo te corresponde a ti. Todos tendremos consejos y sugerencias, pero la última decisión está en tus manos. Sólo piensa bien antes de actuar.
No te voy a pedir que lo odies pues fue alguien muy importante en tu vida, con él aprendiste muchas cosas y viviste otras tantas, odiarlo no mejorará nada y probablemente lo empeore.
Tampoco te diré que olvides lo que hizo, simplemente aprende a perdonar, el rencor puede acabar contigo y hará frío tu corazón. Perdona y deja ir.
No es necesario que finjas que todo está bien, toma tu tiempo y habla de ello las veces que creas suficientes. Si después de eso, necesitas hablarlo una vez más, aquí estaré para escucharlo de nuevo.
No te voy a sugerir que olvidemos tus penas en alcohol, aprendí que evadir la realidad no lleva a ningún lado más que al re encuentro al día siguiente con un extra en dolores de cabeza. Tomaré contigo si así lo quieres, una copa o dos, pero no dejaré que se convierta en un desastre del que puedas arrepentirte.

Disculpa si no siempre tengo las palabras adecuadas cuando estoy frente a ti, si al verte llorar me quiebro contigo o sólo te abrazo, quisiera saber cómo ayudarte y sanar tu corazón, pero no sé hacerlo y mi desesperación me gana.
Sin embargo, las buenas noticias son que la vida sigue, que ya pasé alguna vez por eso, y aunque parezca que no existe la salida y que te estás ahogando sola, siempre habrá quien esté ahí para sacarte, y muchas veces esa mano que te salve serás tú misma. Llegará el día en que tus lágrimas ya no tengan ánimos de salir, y tu corazón empiece a sonreír, mientras tanto aquí estaré contigo.
0 comentarios