Coleccionista de recuerdos.
He descubierto que soy una amante de los recuerdos.
Me cuesta bastante poder borrar las primeras fotos de mi instagram, por ejemplo. Igual nunca lo haga, pero ¿qué tal is un día me da un antojo de volver atrás y revivir todo desde un principio?
Cuando estoy de viaje o estoy viviendo un momento especial, abro los ojos bien grandes y me quedo callada para poder abrazar con la mente cada detalle. Que si la iluminación, la temperatura, las miradas y las arrugas que se forman por reírse a carcajadas. Lo bonito, pues. Todo. Y entonces me trato de aferrar a eso, porque así soy: me da miedo olvidar.
Luego me entra la duda, ¿qué tan malo puede ser dejar ir? No sé si envidiar a aquellos que borran recuerdos sin que les pese poquito. A la mejor de eso se trata todo, de no traer nada encima y sólo mirar hacia enfrente. Hacia lo desconocido. O de nuevo, hacia lo bonito.
Pero por más que intento que no, mis ganas por recordar siempre están ahí. Y mi obsesión por coleccionar momentos, por el contrario, parece no tener ganas de irse.
Entonces pienso que igual y cuando esté canosa de algo sirve mi terquedad.
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