Algunas veces le temo a la nada: Pero no hoy.

by - enero 24, 2016




Tengo un lienzo en blanco frente a mí. 
Algunas veces le temo a la nada. Al silencio. A la ausencia de tinta en el papel. A lo incierto del futuro. A veces le temo a la nada. 

Pero no hoy.

Hoy estoy aquí con ganas de llenar espacios. De romper silencios. De acabarme la tinta en letras, letras que expliquen lo que hay en mi mente a los veintitrés. 

Quisiera que tener ganas de llenar espacios fuera suficiente para hacerlo. Bebo un trago de café y vuelvo a pensar...

¿Qué es lo que pasa por mi cabeza? ¿Qué puedo contar sin parecer una loca? Que aunque lo soy, no estaría de más aparentar. 

Es un domingo por la tarde, he pasado la mañana entera durmiendo, imaginando entre sueños lo que podría ser de ese amor fugaz que nunca llegará a concretarse. 

Cuando menos lo espero, estoy creando nuevos proyectos. La inspiración me llega siempre en los momentos menos adecuados. Cuando estoy llena de shampoo, por ejemplo. Antes solía tener ganas de salir corriendo para anotar mis ideas, con el paso del tiempo aprendí que era imposible, ahora sólo dejo que el agua caliente queme mis hombros y me lleve a seguir pensando. Las mejores ideas han surgido ahí o en el autobús, rodeada de personas, sin tinta o papel. Y  dejo que lleguen, las saboreo, las imagino, muchas veces las abandono ahí, en el camino hacia algún lugar. 

Tengo ganas de enamorarme. De ser correspondida. Pero un amor de verdad. Estoy harta de crear historias en mi cabeza y desilusionarme al darme cuenta que la protagonista no soy yo. Duele. Pero estoy harta, he dicho. Estoy lista para el amor, para una historia de las que no pueden ser contadas porque nadie las creería. Un amor que involucre domingos por la mañana con café, madrugadas llenas de sueños compartidos, risas incontrolables en funerales o juntas corporativas, mensajes de texto sucios a la hora del trabajo, películas basura que se interrumpen por los besos. Un amor que no me entienda, pero no busque cambiarme. Un amor que me acomode.

Pienso en vivir aquí o allá, cruzando el mar. Pienso en la ciudad, en los colores, en los cafés, en la música, en las letras que podrían nacer desde aquél lado. Pienso en mi vida aquí. Pienso en que naada me detiene, que podría hacer lo que me pegue la gana, y entonces, me da un poco de miedo la libertad. Pero un miedo desafiante. Me da ganas. Me da vida. Me da escalofríos. 

Me gusta sonreír. Sonreírle a la vida, al señor que vende rosas en la esquina, a mis sueños y hasta a mis miedos. Me gusta sonreír. Me gusta cantar. 

Algunas veces le temo a la nada. Al silencio. A la ausencia de tinta en el papel. A lo incierto del futuro. A veces le temo a la nada. 

Pero no hoy.


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