Aún recuerdo el día que después de mil intentos, me fui.
En cambio, yo caminé. Con lágrimas en los ojos y el corazón en una mano hecho añiquitos. Mis pasos no eran tan firmes pero la decisión esta vez la sentía en todo el cuerpo.
Lo que no recuerdo muy bien era si lo que me hacía seguir era el cansancio de esa relación en la que sólo luchaba yo o si era mi orgullo... Lo que sí recuerdo bien era que lo que quedaba de amor, no era suficiente para volver.
Él llamó. Unas cien veces llamó y unas doscientas juró que me amaba.
Él tenía eso, siempre le parecía que cuando me iba, era el momento adecuado de recordar que me amaba y que sí, se hubiera casado conmigo. Seguro no hoy, ni en unos años, posiblemente nunca, probablemente la siguiente vez que intentara irme.
Él llamó y no contesté.
Yo me fui y no regresé.
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