Las letras también sienten.

by - marzo 05, 2017

Hoy te escribo, porque sé escribir mejor de lo que sé hablar.
Quiero intentar explicarte lo que nunca has podido escuchar, espero que en letras pueda ser un poco más claro para ti.

Un día, simplemente estaba ahí.
No sé cómo pasó, no tengo idea de cómo llegué. En un abrir y cerrar de ojos, no había vuelta atrás.  Creo que todo empezó cuando dejé de tener interés en levantarme temprano, después podría hacer aquello que tenía marcado en mi agenda, no pasaba nada si lo posponía o cancelaba. La vida seguiría igual que hasta ahora.

La cama comenzó a convertirse en mi mejor amiga, pero fue difícil darse cuenta del cambio, siempre he disfrutado de mi cama. Sin embargo, esta vez olvidé lo que era el placer de estar en ella, simplemente tenía que estar ahí. Mis cobijas se habían convertido en un refugio del mundo, cuando en realidad, mi enemigo principal eran mis pensamientos. Lo cual hacía todo peor, me escondía con mis miedos y pensamientos torturantes, haciendo de esas horas, algo nada placentero.

Algunas veces llegué a confundir el día con la noche. Algunas madrugadas me sentía tan sola, que ni siquiera podía conciliar el sueño. Repasaba mi lista de contactos en el celular, no encontraba a quien llamar. Y si encontraba a quien, ¿qué se supone que tendría que decirle?, después de todo eran las tres de la mañana y yo me sentía sola pero no quería compañía.

Es muy difícil de explicar cuando te sientes mal pero no quieres palabras de aliento, a veces, incluso, ni siquiera quieres un abrazo. Sólo quieres paciencia. Sé que soy difícil, desde que llegué aquí lo soy.

Hay días en los que no me reconozco. Hace una semana, lloré al ver unas fotografías etiquetadas en las que no podía reconocerme. ¿Quién era esa mujer tan sonriente y despeinada que disfruta la vida? ¿Cómo puedo ser ella otra vez? ¿En qué momento dejé de serlo? ... Lloré, lloré mucho al no entender que era yo en esas fotografías.

Sin embargo, he aprendido a callarme. A no intentar explicar lo que estoy sintiendo, prefiero decir que estoy llorando por mis hormonas, o porque un hombre me rompió el corazón. Es más fácil de entender a decir que estoy llorando porque no me reconozco en las fotografías. La gente suele pensar que estoy loca cuando hago esos comentarios. No lo entienden. O no lo explico bien. De cualquier manera, me enoja que no lo entiendan, me irrito, prefiero callarme o termino gritando y siendo explosiva.

Yo solía tener sueños. Era una de esas mujeres que uno podía admirar, siempre estaba pensando en qué hacer para acercarme más a donde quería llegar. A mí no me importaba que no me pagaran en el trabajo, que tuviera que levantarme tres horas antes para llegar a la oficina en autobús, desvelarme haciendo artículos nuevos, yo quería escribir en una revista y lo iba a hacer. Hoy intento convencer a la gente que sigo siendo esa persona, pero sobretodo, intento convencerme a mí que soy esa persona. Pero no lo soy. Y no es que no tenga sueños, sé que están ahí, en alguna parte, escondidos entre lo turbio de mi mente, esperando que los filtre de la suciedad que no me permite ver claro.

No sé en qué momento llegué aquí. Odiándome tanto como odio a los demás. Arrepentida de cada palabra que sale de mi boca, queriendo huir pero no tener a donde. Tengo el dinero y el talento suficiente para largarme a donde quiera y empezar de cero,  antes lo hubiera hecho, pero no lo hago, no lo hago porque no tengo a donde ir. Siento que no pertenezco a ningún lado. Muchas veces ni siquiera me encuentro en mí. ¿Cómo voy a poder estar en otro lugar?

"Es que tú lloras por todo", "sólo gritas", "no te quiero escuchar", "estás triste porque quieres", esas palabras me dan vueltas en la cabeza una y otra vez, quiero ser una mejor versión de mí, lo intento cada día, y cada día vuelvo a caer. Quiero tener ganas, quiero dejar de llorar, quiero hablar en voz baja, quiero que la gente me quiera escuchar, quiero poder decidir estar o no triste. De verdad, quiero poder sentir felicidad después de correr 10 kilómetros o simplemente al despertar. Quiero tener el control de mí, de lo que siento, de mi manera de procesarlo todo.

A veces quisiera simplemente apagar mi cabeza, dejar de escuchar el ruido tan fuerte a las 2 de la mañana. A veces quisiera no tener que ocupar mi mente viendo una serie de televisión tras otra para dejar de pensar. A veces quisiera estar en silencio, estar en paz.

Me gustan los días buenos. Esos en los que logro ocupar mi mente haciendo todo y nada al mismo tiempo. Esos en los que estoy tan cansada que logro conciliar el sueño a la primera. Esos en que hay momentos en el día en que puedo reír sin sentir nada más que dolor en el estómago. Esos en que no siento un vacío. Esos días en los que mis propios proyectos me absorben, cumpliendo su propósito.

Veo las fotografías de las personas felices y ni siquiera siento envidia. Me parece un poco irreal que alguien pueda ser en realidad así de feliz. ¿Qué acaso no todos están fingiendo en sus redes sociales para verse un poco más felices? ¿más normales? ¿más en control de sus vidas?

Quisiera poder explicar lo que pasó, qué fue lo que me trajo aquí, qué es lo que pasa o cuando saldré. Quisiera decirte que soy feliz, que sí, lo tengo todo y lo disfruto. Quisiera no sentir que me ahogo cada que necesito hablar contigo. Quisiera ser la hija que ríe, que aman, que quieren escuchar. Quisiera no necesitar de una llamada a las dos de la mañana, quisiera no necesitar mi cama, quisiera encontrarme de nuevo, reconocerme en las fotos, saludarme al espejo. Quisiera irme de aquí.



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