Me gustan las tardes que huelen a verano
Me gustan las tardes que huelen a verano.
La luz a las cinco de la tarde. Tan dorada, tan pura que me hace creer que limpia todo lo que toca.
Me gusta el segundo trago de café, siempre pago por el segundo trago de café, en él está todo el sabor de una taza entera.
Me gusta la sonrisa que pinta tu boca al sentir mis dedos descifrar tu rostro.
El olor de un horno trabajando, transformando harina en un manjar.
Me gusta el libro que no me permite alejarme, que me atrapa, me enamora y me cela desde sus primeras páginas.
Me gusta como luce el cabello al segundo día de lavarlo. Nunca al primero, nunca al tercero.
Mirar por la ventanilla de un avión, sentirme grande al estar tan alto, tan pequeña al ver todo hacia abajo.
Me gusta la media luz de los bares modernos, las hileras de focos ocre, esa luz cálida que hace las facciones más bonitas.
Me gusta la cerveza tan fría que al primer trago sientas que la habías necesitado todo el día.
Los besos en la frente, tibios y lentos.
Me gustan las rosas rosas, femeninas y libres de obligación. Tan alejadas de pedir perdón, oportunidades o arrepentimientos. Tan llenas de amor.
Me gusta la noche en que el invierno deja de sentirse y la primavera entra por al ventana, abriendo paso, rozando mi piel.
Cuando el ventilador es necesario, pero a media noche busco una cobija o unos brazos.
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